Importancia Del Espíritu Santo Para La Humanidad

El hecho de la importancia del Espíritu Santo para la humanidad es una de las verdades cristianas más obviadas por todas las personas y de las que recibimos mayores beneficios. En mucha partes se habla del Padre y del Hijo, destacando su papel en la humanidad, pero recibimos poca información del Espíritu Santo.

Es una de las doctrinas más olvidadas de la iglesia, por eso, vemos muchas iglesias cargadas de carnalidad y bajas pasiones que en nada benefician al testimonio del pueblo de Dios en la tierra.

Hoy vamos a destacar tres aspectos de la importancia del Espíritu Santo para la humanidad que nos van a  ayudar a comprender mejor y a aprovecharla para vivir de una manera más consagrada  nuestras vidas cristianas.

Índice

Importancia del Espíritu Santo para el mundoLa Importancia del Espíritu Santo para la Humanidad

El mundo no está consciente de la presencia activa del Espíritu Santo y su ministerio en él. La gente disfruta de sus beneficios sin saberlo. Veamos:

Convence al mundo de pecado

La gente en la calle está convencida de una manera u otra que hay algo malo en cada uno de nosotros. Hay algo interno que no funciona bien. Y somos capaces de mirarlo en nosotros mismos y en los demás. Criticamos estas fallas fácilmente en las personas que nos rodean, pero nos cuesta reconocerlas en nosotros mismos, aún a sabiendas de que fallamos.

Este conocimiento del bien y del mal es algo instintivo en cada ser humano. Nadie escapa a ello. Porque este conocimiento del bien y el mal que deriva de la ley de Dios está sembrada en nuestros corazones, pues Dios la sembró, y no necesitamos que nadie nos lo enseñe ni podemos excusarnos de no conocerlo.

El texto de  la carta a los romanos  2.14-16 nos lo revela de una manera magistral:

Primero, dice que Dios escribió su ley en nuestra mente y en nuestros corazones (Rom. 2.15), y que esta ley que tenemos sembrada en nosotros, y por ende, tenemos conocimiento de lo que hacemos sea bueno  malo en función de esa ley. Y podemos razonar y deducir de lo que está mal o bien, sin necesidad de tener un conocimiento profundo de la Ley de Dios plasmada en las Escrituras.

Luego dice, que con esa ley se juzgará en el día del juicio final a aquellos que no recibieron el evangelio (Rom 2.16), de tal manera que nadie podrá excusarse de no haber recibido la predicación cristiana para salvación. No hay excusa.

El hecho de que esto que está sembrado en nosotros no nos deja tenerlo como un conocimiento inerte, o un mera información guardada en el registro de nuestra memoria.

El Espíritu Santo utiliza este conocimiento intrínseco para convencernos que somos pecadores,  y expondrá y refutará nuestros alegatos o argumentos que traten de defender nuestra actitud pecaminosa por demás, y que nuestro pecado consiste en que a sabiendas de que estamos bajo el justo juicio de Dios, no creemos en Jesucristo como nuestro total y suficiente Salvador (In 16.9).

Cuando recibimos el evangelio entonces se destaca la importancia del Espíritu Santo  para la humanidad cuando nos muestra nuestra incredulidad y nos conmina al arrepentimiento y a confesar y aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Queda de parte del creyente ya, en creer o no. Librando a Dios de esa responsabilidad.

Convence al mundo de justicia

El Señor Jesucristo continúa haciéndonos la exposición de la importancia de la presencia del Espíritu Santo para la Humanidad cuando nos dice que el Espíritu Santo convence al mundo de justicia (Jn 16.10), y la relaciona con su ida al Padre. ¿Qué fue exactamente lo que el Señor Jesucristo nos quiso decir? Veamos:

El Señor Jesucristo dijo que el Espíritu Santo convencería al mundo de justicia, por cuanto él iba al Padre (Jn 16.10). La ascensión de Jesús al Padre demuestra que el cumplió perfectamente la justicia de Dios que es por la ley. Ninguno que haya cometido pecado puede estar en la presencia de Dios (Rom 3.23).

Significa que Jesús no cometió pecado, y que a través de su ejemplo él nos enseña que somos pecadores, y que necesitamos de esa justicia que él cumplió delante del Padre para que nosotros también podamos ir al Padre. El Espíritu Santo nos convence y nos persuade que necesitamos esa justicia para satisfacción del Padre

Convence al mundo de juicio

El Señor continúa diciendo que el Espíritu santo convencerá al mundo de juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado (Jn 16.11).

Con la venida de Cristo, Satanás es separado de la presencia de Dios donde acudía continuamente para acusar a los santos. Ya ha sido juzgado y le espera la condenación final. Ya no puede engañar más a las personas y ahora se dedica a hacer guerra contra la creación de Dios.

El Señor dice que el que no cree en su obra de justicia ya ha sido juzgado, porque no cree en la justica que Cristo ganó para nosotros y la única que puede reestablecer nuestra comunión con el Padre.

El Espíritu santo nos expone esta verdad para que podamos tomar las decisiones correctas, de otra manera, el juicio de dios será inminente sobre nosotros.

El señor Jesucristo no envió al Espíritu Santo al mundo a no hacer nada. El es una persona viva y activa en el mundo, con el ministerio de refrenar el pecado en el mundo, de convencernos de arrepentirnos y confesar a Jesucristo como nuestro único Salvador para poder escapar del juicio inminente, y así extender la gracia de Dios sobre todos nosotros, buenos y malos, instándonos al arrepentimiento.

No esperemos que el día del juicio sea quitado el Espíritu Santo, y entonces, Dios derramará su ira implacable sobre el mundo sin ninguna posibilidad de salvación entonces.

Gracias a Dios por mostrarnos la importancia del Espíritu Santo para la humanidad y quiera Dios que aprovechemos los dones y la gracia del ministerio del El Espíritu Santo en nuestra salvación.

Importancia del Espíritu Santo para el creyente

El Espíritu Santo actúa en el creyente de una forma especial y particular. Mientras en el mundo convence a la gente de su pecado y su necesidad de ser salvos en Cristo, para el creyente tiene la gracia especial de Dios al venir a morar con él y capacitarle durante toda su vida en la tierra para que rinda la gloria a Dios con ella. Hay dos aspectos resaltantes que vamos a tocar ahora en función de lo que acabamos de decir.

Importancia del Espíritu Santo en la capacitación del creyente para confesar a Jesucristo como su Señor y Salvador

Acá vamos a tomar como base el texto de 1 Co. 12:3, que a continuación exponemos:

Aquí las Escrituras nos muestran un camino directo y único para confesar a Jesús como nuestro Señor y Salvador.  El texto nos dice, que en primer lugar, nadie que hable por la iluminación del Espíritu Santo puede maldecir o blasfemar el nombre de Jesús.

Esa posibilidad no existe en la persona que es iluminada por el Espíritu Santo. Y termina diciendo que nadie puede llamar a Jesús Señor, si no es por la iluminación del Espíritu Santo.

Es decir, que el Espíritu Santo es el único que nos puede iluminar y capacitar para confesar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. No hay otra forma.

Y esto es lógico, porque el ministerio general del Espíritu Santo es capacitar a los creyentes para glorificar a Jesucristo (Jn 15.26). Así, cualquier obra que realiza el Espíritu Santo, debe tener este fin como objetivo.

Por eso, el Espíritu Santo nos capacita, infunde nuevas propiedades en nuestra naturaleza pecaminosa, hace que lo que antes no queríamos en rebeldía con Dios, ahora lo deseemos y nos mueve de un estado de muerte espiritual a vivir una vida en comunión con Dios a través de Jesucristo. así comienza a obrar el Espíritu Santo en la vida del nuevo creyente.

Importancia del Espíritu Santo en la formación del creyente a la imagen de Jesucristo a través del fruto de su trabajo transformador en el creyente

Cuando un creyente confiesa a Jesucristo como su Señor y Salvador, inmediatamente el Espíritu Santo viene a morar con su espíritu. Ambos empiezan a trabajar en el mejoramiento de la persona del creyente en una simbiosis perfecta:

El creyente debe abandonar y crucificar la carne y sus deseos, es decir, eliminar de su vida las obras de la carne descritas en Gal. 5.19-21; y concluye diciendo que los que practican estas cosas no heredarán el Reino de Dios.

Por eso, es imprescindible anular las obras de la carne con todas nuestras fuerzas de nuestra personalidad y abonar el terreno para que el fruto del Espíritu Santo empiece a crecer en nosotros.

Un terreno que no está limpio de malezas y pobremente preparado dará un fruto pobre.

Las Escrituras en Gal 5.22 nos muestran las características del fruto del Espíritu que Dios quiere formar en nosotros para crecer a la imagen de su Hijo para su propia gloria:

Amor:

El idioma griego tiene cuatro palabras para definir los tipos de amor que reconoce:

  • Eros: Se utilizaba para definir el amor romántico y apasionado, quizá entre parejas.
  • Philia: Era el amor familiar o filial, es decir entre padre e hijos, hermanos y afines. Es el amor que compromete por los nexos familiares
  • Ergos: El amor de las buenas obras, de las personas altruistas.
  • Agape: El amor que domina la mente y el corazón de quien está dispuesto a poner al servicio del prójimos sus dones y recursos para su felicidad, sin esperar nada a cambio.

Dios mostró su amor con nosotros entregando a su hijo amado aún por la salvación de quienes le adversan. Pongámoslo así: ¿Tú estaría dispuesto a morir por su hijo? Seguramente su respuesta será un sí enfático.

Ahora ¿Tú estaría dispuesto a entregar a su hijo a la muerte por los demás? Seguramente estará dudando de darnos una respuesta afirmativa. De ese tamaño es el amor ágape de Dios, y el que quiere que nosotros practiquemos.

Este amor es parte del fruto del Espíritu Santo en nosotros, El Espíritu Santo lo siembra y lo va desarrollando en el creyente para su semejanza a Cristo, para la gloria del Padre.

Gozo:

El gozo es la alegría que se fundamenta en el conocimiento y la acción de Dios en nuestras vidas. Es la alegría que no viene de las cosas terrenales, por eso es duradero siempre en la vida del creyente.

El Espíritu Santo nos alimenta una vida de gozo y fortaleza para vivir con prestancia y aparejo la vida cristiana. No depende de los éxitos pasajeros de la vida, depende de una vida de victoria en Cristo.

Paz:

No significa ausencia de problemas ni de conflictos, sino todo lo que se hace para el mayor bien del cristiano. Es la tranquilidad del corazón al saber que nuestros tiempos están en las manos del Dios Eterno, Omnipresente, Omnipotente y Todopoderoso, que es fiel y cumple sus promesas para con nosotros. Amén.

Paciencia:

No es solamente soportar situaciones de irritabilidad con tranquilidad, sino también funcionar en medio de las diversas pruebas a las cuales Dios somete nuestra fe con el objeto de mejorarla, a fin de presentarnos como varones perfectos en su presencia  (Stg 1.2-4).

Es una de las características del fruto del Espíritu que mas trabaja en nosotros. El Espíritu Santo nos ayuda a través de ella a ser varones perfectos y cabales.

Benignidad:

Se trata de la gentileza y amabilidad que va unida a la entereza moral de la persona. No se trata de halagar al otro con motivos morbosos, sino con pureza de corazón.

El que mora con el Espíritu Santo destaca en su persona esta cualidad del fruto del Espíritu. Ningún creyente está llamado a tratar con maldad o aspereza a su prójimo.

Bondad:

Es cualidad de benefactor que caracteriza al creyente y le impulsa a hacer el bien a otros, aunque en un extremo no sea por medios suaves. Por ejemplo, hacer ver la verdad al prójimo por su bien, aunque esto sea doloroso también llega a ser un gesto de bondad.

Es un marca distintiva del Espíritu Santo en el creyente.

Fe:

Acá se trata del sentido de la capacidad de ser fiel y una persona confiable. El Espíritu Santo desarrolla la cualidad de la fidelidad en el creyente como una característica del fruto que siembra en nosotros.

Nos capacita para servir fielmente a Dios a través de los años y a través de las tentaciones. Sin el fruto del Espíritu Santo en nosotros no seríamos capaces de desarrollar tal virtud.

Mansedumbre:

La palabra conlleva la idea de ser enseñable y no auto suficientes, creyendo que nos las sabemos todas. De considerar al otro en primer lugar de manera humilde.

No debe confundirse con la timidez o pasividad, sino con la reacción ponderada y correcta de acuerdo a la circunstancia. Es ser comedido.

El Espíritu Santo nos enseña a no ser autosuficientes o tener sentido de superioridad, sino a reaccionar en la manera correcta en función de respetar la posición del otro, aunque no la compartamos.

Templanza:

Se trata del dominio propio del creyente, especialmente en los apetitos de la carne. En los deseos de nuestras propias bajas pasiones, el Espíritu Santo nos ayuda a tener control sobre ellos.

Cuando crucificamos los deseos de nuestra carnalidad, brota abundantemente el fruto del Espíritu Santo en nosotros.

Damos gracias a Dios por la importancia del Espíritu Santo para la humanidad al darle propósito a nuestras vidas y mantenernos ocupados en las cosas del Espíritu, no dando chance a la carnalidad, ni a las bajas pasiones que intenten gobernar nuestros corazones.

La importancia del Espíritu Santo en la capacitación del creyente para ejercer sus dones y ministerios en la iglesia

Lo capacita para la predicación del evangelio

Así como el creyente es capacitado por el Espíritu Santo para confesar a Cristo como su Salvador personal, también es capacitado por el mismo Espíritu para hablar del evangelio de Cristo a otros.

El testimonio de la Escritura es abundante en ello. En el discurso de Pedro y la formación de la primera iglesia se ve el poder y la influencia del Espíritu Santo (Hch 2.1-42). Pablo fue capacitado para su ministerio apostólico por el Espíritu Santo (Hch 9.17).

El Espíritu Santo fue derramado a judíos y no judíos en la predicación del evangelio y la fundación de la iglesia cristiana visible. (Hch 10.44-45; Hch 9.31).

No puede haber predicación correcta del evangelio sin la capacitación del Espíritu Santo. Es necesario la preparación de los creyentes llamados por Dios para ello. La iglesia se forma por creyentes bajo el poder del Espíritu Santo

Lo capacita para el ejercicio de los dones que edifican la iglesia 

Lo primero que podemos destacar es que la diversidad de dones, ministerios y operaciones que se observan en la iglesia  son dados por el Espíritu Santo de la manera que él quiere y lo dispone.

El Espíritu Santo es quien determina las necesidades de una iglesia local y la capacita con los dones que son necesarios para su edificación (1 Cor 12.4-6).

Luego, el apóstol Pablo nos aclara que los dones todos son manifestaciones del Espíritu Santo.

Esto es importante saber, porqué las iglesias carismáticas solamente destacan el don de lenguas como la manifestación del Espíritu Santo, esto es una tergiversación de la Escritura, porque todos los dones son una manifestación del Espíritu Santo.

Una buena y sana enseñanza de la Escritura llena de palabras de sabiduría y de ciencia y conocimiento  es una manifestación del Espíritu Santo.

Los dones de sanidad, de profecía o predicación, de discernimiento, de lenguas e interpretación de lenguas, el de hacer milagros, el do de fe, todos ellos son una manifestación del Espíritu Santo necesaria en todas las iglesias para su edificación.

Son dados por el Espíritu Santo y permite al Espíritu Santo manifestarse en todos ellos, y no en ninguno en particular.

Se utilizan  para el crecimiento de iglesia, es importante ejercer los dones en amor, poniéndolos al servicio de la iglesia y para la gloria de Dios, y no ufanarse de poseer y ejercer dones o talentos para la elevación del ego personal. Esto no es ponerlo al servicio de Dios, sino para propia gloria.

Hermanos, ha de ser de gran provecho que reflexiones más sobre la importancia del Espíritu Santo para la humanidad, para que tu crecimiento a la imagen de Cristo se facilite y logres dar una mayor objetividad a tu vida cristiana. Dios nos bendiga.

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